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Álvaro y
Paloma son dos hermanos de 8 y 12 años
respectivamente, fascinados por el ingenio de un anciano relojero inventor,
viejo amigo suyo, que ha construido una máquina para poder ver en una pantalla
épocas pasadas y así tener una visión más cercana y real de la historia.
Isidro, el anciano inventor, relojero de profesión, que ha culminado el
trabajo de toda su vida, que habían iniciado sus antepasados, también
relojeros. La máquina resulta, efectivamente algo portentosa, que les permite
asistir como testigos invisibles a épocas prehistóricas, jamás vistas por
hombre alguno, o presenciar los primeros momentos de la humanidad cerca de un
pequeño poblado donde el grueso de los hombres se preparan para dar caza a un
elefante, mientras otro se afana en construir una gigantesca rueda, ante el escepticismo de los del pueblo que no ven por
ningún lado la utilidad que pueda tener semejante invento.
Álvaro, inquieto
muchacho incapaz de estarse quieto durante la demostración, trastea con uno de
sus juguetes, un moderno aparato transformable en mecanismo volador, que se le
escapa de las manos y se introduce sorprendentemente dentro de la pantalla.
Álvaro, ansioso, por no perder su pequeño juguete, se lanza tras él y se
introduce en la gran pantalla de plasma. Su hermana Paloma, temerosa por su el
insensato de su hermano, se lanza también tras él, a través de la pantalla, y va
a caer justo en medio de donde el inventor de la rueda se dispone a probar su
invento, lanzándose ladera abajo agarrado a lo que pudo ser el primer vehículo
rodado de la historia. El viejo ISIDRO queda desconcertado y angustiado. Él sólo
había construido la máquina para ver lo que pasaba en otras épocas, pero jamás
pensó que la pantalla pudiera atravesarse físicamente. |
