Con cierta tristeza implícita, y una nostalgia carente de melancolía, Javier Navarrete nos va introduciendo en el mundo fantástico de la protagonista, a la par que nos muestra la crudeza y la dureza de una de las épocas más afligidas de nuestra historia contemporánea. Con la base de un tema central que orquesta toda la obra, la música de El laberinto del Fauno, es una de esas composiciones que se adecuan a la perfección en la trama, y que además cuando se escucha por separado nos trae a nuestra memoria los momentos amargos, felices, desconsoladores, horribles y, quizás, algo esperanzadores de una historia que no debe pasar inadvertida.