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EL COMODÍN (THE JOKER) |
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Me da la impresión que Peter Lorre va a llevarse las manos a la cara de un momento a otro para comprobar que todo continúa en su sitio. Este rostro, pequeño en sí mismo, podría deshacerse porque todo le resulta demasiado grande; los ojos no, ni la nariz, pero sí la boca. Este rostro se parece al abono que hace fermentar los rasgos que contiene, empecinadamente, diría un jardinero. Por ese motivo, este rostro no pertenece sólo al actor, sino que puede pertenecer al mismo tiempo a un hombre, a una mujer, a un niño. Al ser un físico tan característico, puede pertenecer a todo el mundo al mismo tiempo, y como los trazos singulares que han brotado allí se volatilizan de alguna manera y se evaporan sin llegar a fijarse, pueden dar cobijo tanto a un asesino, como a un criminal nazi; un asesino que es una víctima o una víctima que resulta ser un asesino; un niño que es a la vez un asesino de niños. Es sabido que los niños son los seres más crueles que existen, porque son siempre inocentes y deben continuar siéndolo mientras perdura su estatus de niño, que por otra parte no puede ser eterno. Peter Lorre es un actor que ha permanecido siempre en el estadio de la infancia, un niño que lo sabe todo, a un tiempo culpable e inocente. Una criatura imaginaria, pero que ha visto tanto, y por cuyo rostro han desfilado tantas imágenes, como los letreros luminosos que recorren los rostros insomnes de solitarias habitaciones de hotel y que por fin, a la hora del lobo, se apagan para que las personas puedan dormir, y dejan a los rostros en paz hasta que amanece. Entonces la luz inundará otra vez este rostro y el hombre volverá a actuar con el rostro de nuevo marcado por todo lo sucedido. El rostro responderá ahora si se le necesita, si se espera algo de él, pero se presentará como una cámara bajo el fuego de los proyectores, que abandonará cuando todo se haya revelado, todo sobre este niño-asesino, lo sabremos todo y nada. El rostro destacará su cabeza, desesperado, tímido, brutal, demoníaco, ambiguo, muy viejo e infantil al mismo tiempo. Aunque es trivial, sin embargo en ningún otro actor salta a la vista de este modo. Una película pregunta a menudo: ¿estoy despierto o estoy soñando? Peter Lorre responde: las dos cosas. El proceso químico que consiste en fijar algo sobre la película no aprisiona a Peter Lorre porque ninguno de sus trazos permite ser capturado o guiado, no dejan seducirse y no son en absoluto seductores. Además ¿ha interpretado alguna vez a un gran enamorado? Esos rasgos se pierden, se quedan solos, extraordinariamente difíciles de retener, de fijar en la superficie de la película. Este rostro nos habla, pero cuando queremos aprehenderlo ya no tiene nada que decirnos, se transforma en el de un niño, con su boca, sus ojos globulosos, como dice Humphrey Bogart o cualquier otro portador de acción en pantalón, -porque ellos son los motores de la acción. Ignoro cómo Peter Lorre ha sido empujado siempre a la acción; muy a su pesar se ha visto forzado, cuando no fuera de lugar-, y el niño se ve despreciado a causa de sus ojos, de su boca, despreciado por sus compañeros, a no ser que tengan piedad de él. Le sucede a menudo. Pero en la mayoría de las ocasiones le suceden las dos cosas al mismo tiempo, despierta el desprecio y la compasión al mismo tiempo. ¿Por qué este rostro es tan difícil de aprehender? Porque al amoldarse a los estereotipos populares, es a un tiempo lo que se ve y lo que oculta detrás, es decir, es a la vez un cliché y lo que rechaza ser un cliché. Pocos actores han sido utilizados así, dentro de una gama tan amplia de clichés. Efectivamente, este rostro pide ser tipificado, pero apenas se ha verificado el tipo en el libro de la vida que ya se ha transformado en otro. Todo, incluso la edad, parece fluctuar en el transcurso de un mismo filme. Siempre tiene diez y cien años al mismo tiempo. De algún modo, el rostro de Peter Lorre oscila entre fenómeno visual y el objeto, y el objetivo de este fenómeno se reconoce de un vistazo en las películas que interpreta, se reconoce en su mirada que siempre es la mirada primera. Puede ser que ni siquiera el actor exista, en la medida en que inmediatamente se percibe lo que es, quien es. Así surge, según la decisión del director, como un fenómeno que encarna algo, el cazador o el cazado, y nada más. Además los niños no tienen tantas posibilidades incluso si, como ya he dicho, éste es al mismo tiempo un anciano y conoce todo de la vida antes de haber comenzado. Cuando uno ve a Peter Lorre ya se conoce el final. Huirá o morirá. No se casará. Ignoro el porqué, pero cada vez que veo a Peter Lorre en una película me asalta un sentimiento muy concreto: no ha decidido su aparición. La única alternativa a su aparición sería la no-aparición, una no-aparición que le asfixia, un agujero negro que le absorbe. Humphrey Bogart, Jimmy Stewart, Edward G.Robinson, -se parece mucho a este último, aunque Robinson sea siempre una persona, un carácter y no un fenómeno-, todos estos actores existen detrás de sus apariciones y llevan una vida agitada. Peter Lorre, este desgarro vital que ya ha absorbido todo antes de aparecer en la pantalla transformada por la técnica en luces y sombras, es una aparición que no tiene otra elección, salvo la de no aparecer. Sí, esta forma de dependencia es quizás la que no deja emerger a las personas, no les deja salir de sí mismas hasta que se chutan, esnifan o toman su dosis; y estas personas no pueden elegir no chutarse, no pueden prescindir de ella. Quizás a causa de esta dependencia, el aspecto de Peter Lorre da la impresión de ser alguien obligado a salir de sí mismo constantemente para alcanzar un grado de existencia extrema, próxima a un parecer extremo. Y mostrándose así, como si no tuviera elección, él existe a causa de un contexto que encarna junto con otros personajes en una película u otra. Pone cara de "parecerse a" mientras es el elemento heterogéneo por excelencia que nunca se integra. Hace estallar todos los contextos, aún en el origen mismo de su creación. Es el comodín, femenino o masculino, se le ignora (extrañamente, en El Halcón Maltés, no interpreta al pequeño Wilbur, el amante gay de Sydney Greenstreet; lo interpreta Elisha Cook Jr., un actor conocido por sus papeles de gángster) pero no es asexuado. Es todo o nada. Peter Lorre no cede jamás; a pesar de sus posibilidades de adaptación, sólo es uno pero uno que puede serlo todo. Este comodín, aunque único puede serlo todo y ser utilizado allí donde haya un vacío, porque no sólo puede ser todo, sino también sustituir a cualquiera. El reverso del decorado nunca se ve, pero en Lorre tenemos la certeza de que existe. ¿A dónde si no podría retirarse este hombre niño, y de donde surgiría? Vivir le resulta imposible, como a todos los drogadictos; su vida, es la droga. Vive de sustancias artificiales y sobre una sustancia artificial; no es, lo es todo. No es una "pura" aparición (uno se frota los ojos y ya ha desaparecido) Es una aparición que nos hace entender la diferencia entre aparecerse y mostrarse. Al mostrarse, se aleja mucho más que cualquier otro actor que yo conozca. Incluso al no estar determinado su sexo, es el que se manifiesta en cada uno de nosotros y nos hace tomar conciencia de que nosotros mismos nos hemos arrancado a todo contexto, nos hemos degradado, sí, degradados del hecho mismo de nuestra existencia. En este sentido, Lorre siempre ha interpretado a seres degradados, seres de los que sólo se puede sospechar lo que alguna vez pudieron ser, seguramente nada más de lo que son hoy. El término "degradado" no debe tomarse en un sentido negativo, para estigmatizar la aparición en pantalla (porque su presencia en la mayoría de las ocasiones toma la forma de un criminal empujado por algo que no conoce, una suerte de nada, o un psicópata celoso que se apresura sobre la nada), sino que atrae nuestra atención en un punto muy concreto: entre lo que es y lo que parece, existe una falla muy pronunciada que nunca se salvará, nadie la llenará, sólo la nada que nunca entrará en escena personalmente. Para poder ser vista, delegará siempre en su comodín. Autora: Elfriede Jelinek, Premio Nobel de Literatura 2004 Traducción del alemán: Yasmin Hoffmann y Maryvonne Litaize Publicación: Cahiers du cinéma. Num 597. Enero 2005 Texto Original: Peter Lorre, Ein Fremderim Paradies. Zsolnay Verlag y Österreichisches Filmmuseum Viena 2004 Traducción y adaptación del francés: E.Barriendos |