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EL ARCA RUSA
Alexander Sokurov

 

El estreno de El Arca Rusa tuvo lugar en el Festival de Cannes del año 2002 y posteriormente se presentó en el Festival de Sitges de este mismo año. El equipo de zinema.com tuvo la fortuna de disfrutar de esta magnífica película un frío lunes de noviembre en Londres, dentro de la programación del Regus London Film Festival, con la asistencia del propio director, Alexander Sokurov, el director del Museo de L’Hermitage de San Petersburgo y los productores del film.

El Arca Rusa es argumentalmente un paseo por el mencionado museo. Sin embargo a lo largo de este paseo de 90 minutos de duración, rodado en un único plano secuencia con cámara digital, el espectador realiza un complicadísimo viaje espacio-temporal en el que se entrelazan tres dimensiones diferentes que hacen de esta película no sólo algo tremendamente hermoso, sino que, cuando las luces de la sala vuelven a encenderse, uno tiene la absoluta certeza de no haber visto ni sentido nunca, nunca nada igual.

El viaje que realiza la cámara por los grandiosos lugares de L’Hermitage es el propio viaje del espectador, pues son sus ojos y la voz en off de un personaje que jamás aparece en pantalla los que los recorren, acompañados de un siniestro caballero enlutado que evidencia una perversa relación con esta voz; una voz que despierta de un largo sueño, como un Rip van Winkel contemporáneo, y contempla las joyas artísticas de la historia rusa rodeado de los visitantes que recibe el museo en la actualidad. Pero en ese tránsito infinito, en el que las puertas de los inmensos salones se cierran como los fantasmas de Cocteau, Europa (la voz en off, así confesado por el propio director en el coloquio que tuvo lugar tras la proyección) también se encuentra con los personajes que en otro tiempo fundaron la historia del Imperio (Pedro El Grande, Catalina II...) hasta la Segunda Guerra Mundial. El film ha recibido innumerables críticas por no hacer mención alguna a la Revolución de 1917, e incluso ha sido tachado de reaccionario, tal y como le ocurrió a Eric Rohmer con La inglesa y el duque.

Pero El Arca Rusa transgrede cualquiera de las objeciones históricas que puedan planteársele, porque la esencia última del film no es la exaltación del zarismo, ni los fastos y esplendores de la época. Sokurov no ha cesado en su empeño en hacer sentir al espectador y el film manifiesta la melancólica huella del autor de Madre e Hijo o Dolce bajo la apariencia de un encargo museístico. Desde el primer momento, el tránsito de esos personajes históricos que hoy ya no existen es turbador; deambulan alrededor de la cámara en un ir y venir que convierte cada instante en eterno, y por primera vez en la historia del cine, uno tiene la sensación de pertenecer al río de la vida en un sentido físico: el murmullo de las voces, reír, llorar, amar; los movimientos de todos esos seres, que se agolpan y separan acompasadamente como pequeños remolinos, el discurrir turbulento por los salones de retorno imposible... hasta el descenso final por la grandiosa escalera del palacio, en el que la metáfora se desnuda y nos estrella de bruces con lo innombrable de la propia existencia, con la imagen más hermosa y terrible nunca vista en una pantalla de cine, algo que la palabra no debe desvelar.


Autora: Esmeralda Barriendos


 

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