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de vivir casi 20 años en Europa, Carmen Uranga vuelve de urgencia a Buenos Aires. Su
padre, jefe de una familia patricia argentina, está gravemente enfermo y ha decidido
repartir los bienes familiares antes de morir. A los 42 años, Carmen es una mujer fría,
distante, práctica. Con esa impasividad ha tratado de borrar, al menos durante dos
décadas, la situación traumática que provocó su exilio. En 1976 fue secuestrada por
los militares junto con su marido Marcos Rosenberg, un empresario periodístico de ideas
progresistas. Marcos desapareció; al cabo de un año de cautiverio en una campo de
tormentos, Carmen fue liberada y abandonó el país. Lo único que parece haber conservado
de esa experiencia es una extraña capacidad: Carmen tiene el sentido del oído
anormalmente desarrollado. |
