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Amelie |
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A�o | 2001 | ||
Pa�s | Francia-Alemania | ||
Estreno | 19-10-2001 | ||
G�nero | Comedia | ||
Duraci�n | 120 m. | ||
ZINEMA.COM | T. original | Le fabuleux destin d'Am�lie Poulain | |
Direcci�n | Jean-Pierre Jeunet | ||
Int�rpretes | Audrey Tautou (Am�lie Poulain) | ||
Mathieu Kassovitz (Nino Quincampoix) | |||
Rufus (Rapha�l Poulain, el padre de Amelie) | |||
Yolande Moreau (Madeleine Wallace, la portera) | |||
Artus de Penguern (Hip�lito, el escritor) | |||
Gui�n | Jean-Pierre Jeunet | ||
Guillaume Laurant | |||
Fotograf�a | Bruno Delbonnel | ||
M�sica | Yann Tiersen | ||
Montaje | Herv� Schneid | ||
Sinopsis | |||
Amelie no es una chica como las dem�s. ha visto a su pez de colores deslizarse hacia las alcantarillas municipales, a su madre morir en la plaza de Notre-Dame y a su padre dedicar todo su afecto a un gnomo de jard�n. Creci� y se convirti� en camarera en un bar de Montmartre cuya propietaria es una antigua jinete circense. la vida de Amelie es sencilla: le gusta tirar piedras al Sena, observar a la gente y dejar volar su imaginaci�n. De repente, a sus veintid�s a�os, Amelie descubre su objetivo en la vida: arreglar la vida de los dem�s. Inventa toda clase de estrategias para intervenir, sin que se den cuenta, en la existencia de varias personas de su entorno. Entre ellas est� su portera que pasa los d�as bebiendo vino de Oporto; Georgette, una estanquera hipocondr�aca: o "el hombre de cristal", un vecino que s�lo ve el mundo a trav�s de la reproducci�n de un cuadro de Renoir. | |||
Referencias | |||
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Cr�ticas | |||
Amelie,
un sue�o de pel�cula Hay buenas pel�culas que te hacen pensar, otras te inquietan, apelan a tus sentimientos, critican el estado de las cosas, o te retrotraen al pasado. Las hay, tambi�n aceptables, que te excitan o simplemente, te entretienen, que no es poco. Afortunadamente, las hay tambi�n estupendas, que consiguen todos o muchos de estos efectos a la vez. E incluso, algunos films, muy pocos cada a�o, te llegan al alma, porque te remiten a ese mundo on�rico que tanto nos empe�amos en ir matando conforme supuestamente maduramos. Y, adem�s, rizando el rizo, hacen que salgas ennoblecido del cine. Porque recurriendo siempre a buenas artes te trasmutan en una persona un poco m�s optimista y vital y te insuflan lo que tanto necesitamos hoy, llenos como estamos de dolor, desigualdades lacerantes, competitividades rastreras, guerra y abusos: el optimismo, la confianza en uno mismo y la esperanza de que merece la pena esforzarnos para encontrar lo que buscamos y, tambi�n, para hacer felices a los dem�s. Pues bien, todo esto me ha parecido hallar en "Amelie", una pel�cula francesa de reciente estreno que est� constituyendo un acontecimiento social en el pa�s vecino. A modo de ejemplo, ha conseguido all� bastantes m�s espectadores que "Los otros", de Amen�bar, en Espa�a. No es tampoco casualidad que el director de "Amelie" sea J. Pierre Jeunet, co-responsable de la heterodoxa y justamente afamada "Delicatessen" que tanto nos deleit� y asombr� hace unos a�os. Hablemos un poco de lo t�cnico. S�lo podemos decir que el sorprendente gui�n, la pulcra y ambiciosa realizaci�n, la eficaz y rom�ntica banda sonora, el ajustad�simo casting (por favor, !qui�n encontr� a la deliciosa Audrey Taotou!), la muy apropiada fotograf�a (si Par�s es siempre bell�simo, aqu� roza lo m�tico) la excelente interpretaci�n de los actores (nada digamos al respecto, vayan a verla), la filmaci�n en exteriores e interiores (con esos itinerarios po�ticamente descriptivos de las viviendas de Amelie y del "hombre de cristal" y un juego de ventanas que observan a otras ya visto pero muy result�n), los di�logos (rebosantes de chispa, humor, buena escritura y una acidez siempre comprensiva con las debilidades humanas), la configuraci�n de unos personajes tan originales como soberbia y dolorosamente humanos, v�ctimas de la soledad, la incomprensi�n, la marginaci�n, la obsesi�n, la carencia de amor..., y el montaje... son estas herramientas narrativas, todas ellas, tan impecables que pasan desapercibidas, consiguiendo que el cine trascienda su soporte y se convierta en arte total, en experiencia libre del espectador, que pierde su identidad, su consciencia de receptor, para transformarse en actor, en part�cipe de lo que ocurre, en uno m�s de los componentes de esta rom�ntica y enso�adora comedia. Que gusta a todo el mundo porque nos habla de lo mejor, de lo m�s noble de nosotros: el sue�o por disfrutar de la vida y por hac�rsela m�s amable y feliz tambi�n a quienes nos rodean. Deteng�monos s�lo en dos peculiaridades ejemplares de esta pel�cula. Una, el sentido del humor (ir�nico, delicado, tierno, cotidiano y compasivo pero no carente de fuerza y sentido cr�tico) que impregna todo lo que ocurre, desde la primera hasta la primera �ltima secuencia, sin caer nunca en el chiste f�cil, el t�pico o la groser�a hoy tan al uso. Y, dos, la poblad�sima galer�a de impagables personajes, comenzando por el prodigio de la enso�adora y adorable Amelie, siguiendo por el padre casi et�reo que sigue indiferente su autista conversaci�n cuando Amelie le dice (en broma, en plan test de atenci�n) que ha abortado porque la droga que consume se hallaba en mal estado y ha perjudicado al feto, o el tendero d�spota y su l�cido ayudante, o la locuaz vecina anclada en el recuerdo de un marido tan infiel como muerto, o el descacharrante celoso patol�gico del bar, o la ansiosa e hipocondr�aca tabaquera, o el ins�lito joven, futuro enamorado de Amelie, que recoge, con pretensiones art�sticas (o quiz� simplemente indagatorias de la identidad humana a trav�s de los rostros de la gente an�nima), hileras de fotos desechadas de los fotomatones.... En fin, todo un colectivo de personas (rotundamente de ficci�n, pero l�cida referencia de tantas actitudes y comportamientos humanos) que puebla la pel�cula y que se engarzan prodigiosamente en un gui�n que los va presentando en cada momento a todos y cada uno de ellos de un modo tan natural y l�gico que consigue que no se vea al escritor que cre� la historia. Es cierto, se trata de una pel�cula blanda (por el �xito absoluto de los buenos sentimientos), algo �o�a (por su ideal happy end) y bastante irreal (las cosas son, lamentablemente, m�s prosaicas y crudas y mucho menos encantadoras en nuestro discurrir cotidiano), pero reconozcamos que al menos una vez al a�o podemos darnos el gustazo de reconocernos en ese ser humano contradictorio, so�ador, vitalista, confiado, optimista y con ansias de diversi�n que todos fuimos (o continuamos siendo, a pesar de todo) alguna vez. Ricardo Oleaga |