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Desmontando a Harry

Año 1997
País USA
Estreno 27-02-98
Género Comedia
Duración 96 m.
ZINEMA.COM T. original Deconstructing Harry
  Dirección Woody Allen
     Intérpretes Caroline Aaron (Doris)
     Woody Allen (Harry Black)
     Kirstie Alley (Joan)
Billy Crystal (Larry)
Demi Moore (Helen)
Guión Woody Allen
Fotografía Carlo DiPalma
Montaje Susan E. Morse
Sinopsis
La antigua universidad en la que estudió Harry va a rendirle un homenaje esa misma semana y él no tiene con quién ir. Su desorganizada vida le ha impedido mantener a su lado a esposas, amantes, familiares y amigos, pero no es hasta ese momento cuando el escrito toma conciencia de su soledad e intenta encontrar al alguien que acepte acompañarle.
 
Reseña
Los últimos trabajos cinematográficos de Woody Allen son una muestra de la capacidad de adaptación e innovación de un director que lleva más de treinta años haciendo cine. Con Desmontando a Harry, Allen vuelve a demostrar su capacidad para realizar un producto que se aparta de los convencionalismos propios de la industria cinematográfica de su país e incluso de buena parte de la producción independiente que en pequeñas dosis encuentra un hueco en el mercado. En esta ocasión, el director vuelve a indagar dentro de las fronteras que separan la ficción de la realidad superándose a sí mismo en La rosa púrpura del Cairo.

Desmontando a Harry tiene como protagonista a un nuevo alter ego de Allen, un escritor de best-sellers que se prepara para acudir a su antigua Universidad dónde le van a rendir un homenaje, pero no encuentra quien le acompañe. Con este eje como hilo argumental de la trama surgirán toda una serie de ramificaciones en las que intervendrán personajes reales y personajes ficticios inspirados en algunos de los reales, los cuales ayudarán a desgranar el pasado y la compleja e irritante personalidad de Harry. Una prostituta negra, su hijo y un cadáver será la única compañía con la que consiga llegar a la Universidad.

El carácter coral de la película incorpora en papeles mínimos a actores y actrices de primera fila -aunque algo exasperantes en general- cuyas intervenciones son realmente memorables. Demi Moore, Billy Cristal, Robin Williams, Kirstie Alley o Mariel Hemingway son algunos de ellos a los que Woody Allen consigue sacar un partido increíble. Especialmente relevante es la intervención de Robin Williams como personaje desenfocado con el que se consigue un gag visual antológico. La popularidad de todos ellos es, por otro lado, uno de los factores que evitan que el espectador se pierda en la enredada estructura de la película.

En esta ocasión, el juego que emerge de entremezclar la ficción y la realidad supera en profundidad al ya indagado en La rosa púrpura del Cairo, ya que los personajes de ficción son una idealización del protagonista que se entremezclan entre sí y con los que realmente representan, dando lugar a que un mismo personaje (de la película) esté interpretado por distintos actores sin que medien distancias temporales. La literatura es el medio de expresión a partir del cual se establecen las relaciones, continuando una especie de serie que a lo largo de su filmografía también ha incluido al cine, la radio, el teatro, el circo o el musical de Broadway.

Para distinguir la realidad de la ficción literaria surgida de su imaginación, la película recurre a ritmos de montaje perfectamente diferenciados. Por un lado está el correspondiente a la ficción, que en general es rápido y entrecortado, tal vez como la propia mente de su creador. Por otro lado, el montaje de la acción real es más pausado y clásico. Ahora bien, la forma en la que se intercalan las secuencias correspondientes a ambas partes, así como los personajes que las protagonizan, son de una complejidad estructural tan fascinante como bien trazada.